El Mouse de la Esperanza
Pablo Fernández, se sienta frente a su computadora, su rostro iluminado por la luz de la pantalla. A pesar de ser cuadripléjico y solo poder mover la cabeza, Pablo no es un hombre común. Es un diseñador gráfico, gracias a un mouse que él, su padre y su hermano adaptaron para que pudiera usarlo.
Pero para entender cómo llegó hasta aquí, debemos retroceder en el tiempo. Desde los 5 años, Pablo jugaba al rugby. Hace 10 años, durante un partido, su cabeza golpeó contra el hombro de un rival en un scrum. No sintió nada en ese momento, pero cuando sus compañeros se levantaron, él se desplomó en el suelo. No pidió ayuda porque no sentía nada. Quería levantarse, pero no podía.
Fue trasladado al hospital, donde pasó 6 meses en terapia intensiva después de sufrir una lesión en su tercera cervical que le produjo una cuadriplejía. Esta cuadriplejía le impedía mover sus extremidades y afectaba su capacidad respiratoria. Pasó casi un año con un respirador.
Durante esos meses, Pablo experimentó tanto cosas buenas como malas. Entre las cosas buenas, estaba el apoyo de su familia, amigos y gente que ni siquiera conocía. Pero también hubo desafíos. Los médicos le dijeron que sería imposible que pudiera moverse por sus propios medios, respirar sin depender de un respirador, tener volumen de voz, estar sentado, o ser independiente.
Pero Pablo no se rindió. Decidió volver a la facultad y cambiar su carrera a diseño gráfico. Y con la ayuda de su familia, adaptó un mouse para que pudiera usarlo con la cabeza. Este mouse le permitió acercarse a una computadora y fue una de las primeras grandes independencias que tuvo.
Pablo no pretende lucrar con su mouse, ni pretende patentarlo. Solo quiere que la gente sepa que es posible. Que con una idea simple, se puede dar una gran solución. Y aunque su camino ha sido arduo, no ha sido imposible.
Pablo es un ejemplo de que lo imposible está en la mente de los cómodos.
Y a pesar de los obstáculos que ha enfrentado, sigue buscando una mejor calidad de vida, logrando pequeñas y grandes independencias, y sabiendo que las cosas de a poco se acomodan.
Y así, con su mouse en la nuca y una sonrisa en el rostro, Pablo sigue adelante, demostrando que no hay imposibles para aquellos que se atreven a soñar.
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